El potencial físico deportivo, como producto de la mente
En el mundo deportivo, es prácticamente una ley no escrita que para ser un deportista de élite, en cualquier disciplina, se debe realizar la detección y desarrollo del talento lo antes posible. No es sorpresa que cada vez conozcamos más casos de niños que comienzan a iniciarse en el deporte desde su primer año de vida o que empresas grandes auspicien el entrenamiento de pequeños talentos pensando en su futuro deportivo en 15 años. Un caso concreto de lo mencionado es la historia del snowboarder norteamericano Shaun White, quien comenzó a practicar este deporte a la edad de 6 y firmó su primer contrato de sponsor tan solo a los 7 años con una de las marcas más grandes de la industria, Burton Company. Actualmente este atleta ha conseguido 8 medallas olímpicas, incluyendo 3 de oro.
Considerando este caso, y muchos otros, sería poco productivo negar la contribución que tiene el talento innato en el rendimiento deportivo; sin embargo, es claro que llegar a ser un deportista experto/exitoso requiere de tiempo, trabajo, correcta tutoría y supervisión técnica; ello además, requiriendo de la voluntad del atleta por querer llegar a lo más alto. Esta voluntad, como fuerza interior se puede describir como fortaleza mental; debido al alto nivel de persistencia y compromiso que debe contar el atleta. De esta manera, se reconoce que lo físico es importante para alcanzar un nivel deportivo excelente; sin embargo, lo psicológico y emocional se convierte en el motor de la optimización deportiva. Ello ocurre debido a que el proceso para lograr la pericia deportiva excelente, se requiere un tiempo considerable; por lo que la fuerza emocional y constancia son claves. En este sentido se puede hacer referencia a la regla de diez años, la cual menciona que desde el comienzo de su dedicación a un ámbito, hasta la adquisición de un nivel internacional de rendimiento, transcurren en promedio diez años de dedicación intensa para esta finalidad.
Un actor clave en el proceso hacia la excelencia del deportista es claramente el entrenador. En el deporte de iniciación, el entrenador es el modelo de referencia y tiene un altísimo grado de influencia; por lo que forja el estilo muchas veces no sólo de la técnica y o del físico de su alumno, sino también de su personalidad. Por otro lado, en el alto rendimiento, el entrenador ayuda a los deportistas a conseguir su más alto nivel deportivo, a través de su preparación física, técnica y psicológica. En las competencias de alto rendimiento, donde los deportistas tienen una elevada y muy pareja capacidad técnica, táctica y física; muchas veces la diferencia entre el rendimiento de uno y del otro, está en su capacidad psicológica.
Reconociendo el rol que juega en entrenador, se identifica como necesario realizar más estudios que analicen la personalidad de estos en función a su éxito profesional; ya que influyen directamente en los resultados de deportista. Los estudios a la fecha, dan luces de factores importantes que se deben tomar en cuenta en relación a la psicología de los entrenadores; sin embargo, no se han identificado diferencias estadísticamente significativas en la personalidad de los entrenadores en función de su éxito deportivo.
Otro aspecto clave en el desarrollo correcto del deportista es el manejo de las lesiones; las cuales, si bien son causadas fundamentalmente por factores físicos, cada vez más la literatura muestra la gran importancia que los factores psicológicos tienen, tanto en el riesgo de lesionarse, como en la recuperación de la lesión. De esta manera, a partir de las investigaciones sobre la relación entre los factores psicológicos y la vulnerabilidad del deportista a lesionarse, la relación entre la historia de lesiones y la influencia de esta en la psicología del deportista, y las reacciones emocionales y psicológicas del deportista; se están diseñando programas de entrenamiento psicológico para prevenir la lesión y para lograr una mejor rehabilitación post lesión.
A partir de lo desarrollado hasta el momento, se puede identificar que si bien la vida que elige un deportista o un entrenador está llena, en muchos casos, de pasión y felicidad por hacer lo que a uno le gusta; también se debe reconocer que ellos han de soportar una intensa presión debido a factores como los horarios interminables, gran responsabilidad representando a grupos masivos de personas, trabajo poco seguro, evaluación constante (muchas veces mediática y la poca atención que le puede prestar a la familia.
Pongamos por ejemplo el caso de la Federación Peruana de Fútbol; los once jugadores que salen a la cancha en un partido clasificatorio no sólo tienen la presión de saber que los más de 30 millones de peruanos los están mirando, el ambiente dentro del estadio, si bien es cierto es motivador, no deja de ser un factor de distractor y para muchos jugadores intimidador. Por si ello no fuera poco, el peso de los tantos años sin clasificar es un factor a tomar en cuenta en la psicología del seleccionado peruano que sale a la cancha. Sobre este tema se podría hablar mucho; sin embargo, requeriría un detalle y enfoque de análisis distinto al objetivo del presente artículo.
Tomando en cuenta lo anterior, es natural que los deportistas y entrenadores sean considerados como una población de riesgo en cuanto a su salud psicológica. Estas presiones pueden relacionarse a experiencias de estrés, que influyen en el entrenamiento, en las competencias, en su relación laboral-deportiva y en su vida personal.
Un caso concreto de la externalización del estrés es el síndrome de burnout. Este problema surge como consecuencia de padecer un estrés severo y duradero en el tiempo, apareciendo las tres dimensiones que lo constituyen; (i) el agotamiento emocional, (ii) la despersonalización y (iii) la reducida realización personal. Si bien no existen estudios en el contexto peruano es interesante analizar los siguientes resultados de una investigación hecha a deportistas españoles.
Principales resultados:
4% de los deportistas presentaron el síndrome; sin embargo, al sumar quienes presentan un alto riesgo de padecer el síndrome, el porcentaje se eleva a 15%.
No se han encontrado diferencias estadísticas por grupos de edad; de lo cual se infiere que el síndrome puede afectar al deportista a cualquier edad.
No se han encontrado diferencias estadísticas entre hombre y mujeres; sin embargo, se ha identificado que las mujeres muestran mayor porcentaje de agotamiento muscular y los hombres de despersonalización.
Los deportistas que compiten a nivel internacional, pero no están en el “top mundial” presentan un mayor porcentaje de “reducida realización personal” que los que compiten solamente a nivel local. Ello quizás se debe a que los primeros ven más complicada la realidad que supone llegar a estar entre los mejores, aspecto que no analizan todavía los del segundo grupo.
Si bien debemos considerar los resultados del estudio dentro del alcance del que fue planteado, es posible hacer referencias que nos brinden ideas de lo que podría estar pasando en el contexto peruano. Tal vez un porcentaje muy cercano a cuatro de nuestros deportistas presente este síndrome. Tal vez debemos comenzar a considerar las posibilidades de estrés deportivo en los niños que están sometidos a competencias. Tal vez debemos trabajar con nuestros deportistas nacionales que comienzan a tener roce internacional para que no sientan afectada su nivel de “realización personal”.
Para absolver estos y otros vacíos de conocimiento no sólo a nivel país, sino también a nivel región, es importante realizar investigaciones especializadas en el deporte desde perspectivas como la psicología.